El año y medio encontró a Camila subida en un avión, volando de regreso a casa. En la tarde, después de casi tres meses, la chiquita pudo reencontrarse con el mar, con sus juguetes, sus calles y su parque. Y, por supuesto, con la Iaia, Javier y Viruta. Los papás, por desgracia, se reencontraron con el trabajo en fines de semana.
Estos días Camila ha estado muy feliz, incluso eufórica, y con el horario descuadradísimo. La vemos enorme, y ya hace muchas cosas de niña grande: ayuda a vestirse, escoge la ropa que va a ponerse, y antes de salir a la calle, va por su morral y su sombrero. Una de sus aficiones más recientes es lavarse los dientes: antes y después de comer, e incluso entre comidas; el inconveniente es que no le gusta lavárselos sola y no descansa hasta que nos ve a ambos con el cepillo en la mano. Otra afición es la limpieza, tanto que cuando tiene a mano algo que puede regar (yogur, jugo, sopa) no duda en hacerlo para tener el gusto de ir por un papel absorbente (o dos, o tres, lo que tardemos en quitarle el rollo) para limpiar un poquito (sólo un poquito).
Ya no es una bebé, aunque sigue siendo la chiquita.
ps. Con unos días de retraso, ya está listo el camilismo del mes: por el momento, el mejor resumen que podemos ofrecer de las últimas semanas en Bogotá.
domingo, 21 de junio de 2009
Año y medio
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