El otro día, antes de salir del trabajo, la mamá llamó para preguntar si papá o Camila tenían algún encargo. El papá dijo que no y le transmitió la pregunta a Camila, que dijo: "Sí, dile que me traiga un guisante". En los últimos días le hemos leído un par de veces "La princesa y el guisante", así que Camila quería dormir con un guisante bajo el colchón para ver si lo sentía y de ese modo confirmar que es una princesa "de verdad verdad".
Pues bien, después de varios días buscando infructuosamente un guisante fresco (no es temporada), por fin la mamá optó por comprar una bolsa de guisantes congelados, y Camila le pidió que esta noche hiciéramos la prueba. Le insistimos en que la gracia es que ella no sepa que el guisante está puesto, y su solución fue: "me lo pones ahorita, sin que yo me de cuenta".
Al irse a la cama comentó que no sentía nada de nada, y después de un rato decidió sacarlo y ponérselo directamente debajo de la sábana.
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