Jacobo está super gracioso. Se emociona como loco por todo: por una uva, por una uva pasa, por una moto (popo), por un libro que le gusta...
Este último mes ha cambiado mucho. La Iaia dejó de verlo casi el mes completo y no lo va a reconocer: come tanto y tan bien que se subió un kilo (lo que había subido en los últimos tres meses) dejó la teta, duerme la noche entera de largo, llama a Camila por su nombre, ya dice "deu", "chao" y "adiós", ya corre, ya monta en triciclo...
Eso sí, también ha desarrollado una habilidad para los gritos aterradora. Cuando algo no le gusta o alguien le coge algo que él quiere (porque puede ser muy simpático, pero eso de compartir todavía lo lleva muy mal), da unos gritos pavorosos. Le insistimos en que en esta casa no se grita, pero no parece importarle mucho. Camila ya nos ha pedido un par de veces que le compremos tapones, y sufre mucho con sus gritos, pero sigue adorándolo.
Todo el mes estuvo sano y no faltó ni un solo día a la guardería. Cada mañana sale feliz con su morral a la espalda y algún muñeco, carrito o juguete en la mano, y que no suelta por nada del mundo, como si los tuviera pegados a los dedos. No es fiel a ningún muñeco o peluche en particular, como otros amiguitos de la guardería, y cada noche duerme con uno diferente: el mico que le regaló Hernán, el libro de Trucas, un conejito de Camila, un coche diminuto, una figurita de Pocoyó, un huevo de juguete... Como decimos, está muy gracioso. Y muy guapo...