Desde hace unos meses el "tío" llegó para quedarse. Jacobo volvió del cole diciendo frases como "Sí, tío", o "fui yo, tío", e inevitablemente nos moríamos de la risa con ellas, con lo cual, más las decía. A veces también usaba "colega", y pensábamos: ahora sólo falta que comience a decir "parce".
En fin, que lo incorporó a su vocabulario del todo. En diciembre fue muy gracioso cuando fuimos a visitar al tío Juan Felipe y a los primitos a Caen y al bajarse del coche lo primero que dijo fue: "Hola tío". Y el tío le contestó sonriente: "Hola sobrino", pero tuvimos que aclararle que no era precisamente ese "tío" al que se refería.
Y así ha seguido, haciendo el show delante de la gente, diciéndole al mesero: "esto está muy rico, tío", o a la de la peluquería: "Yo no quiero, tío", o tras ganar una partida de algún juego: "Yo gané tío". Llegó incluso al extremo de jugar al escondite contando: "uno, tío, dos, tío, tres, tío...."
Pero lo de este fin de semana fue curiosísimo. En esta familia, en la que pecamos en el uso de diminutivos y todo el tiempo decimos cosas como: "Holita" "tengo friito", "tengo sueñito", "cómete una mandarinita", "ponte la chaquetica", e incluso, el que pasará a la historia, "un apartaestudiíto", de repente Jacobo comenzó a decir "tiíto".
Cuando decía las frases con tío, ponía una cara de pillín que era de risa. Ahora que dice tiíto, así ponga su cara de malo maloso, no llega ni a malito.