A lo largo de la última semana la casa ha sufrido una transformación radical.
Entre otras cosas, el salón ha dejado de ser sala-oficina y se ha convertido en salón: una mitad sigue estando dedicada a los juguetes de los papás; la otra mitad, la mitad soleada, es ahora «territorio Camila». (La oficina se ha trasladado al cuarto de huéspedes, pero no hay de qué preocuparse: una de las novedades es un sofá cama con todas las de la ley.)
Entre siesta y siesta de Camila, y entre pañal y pañal y llanto y llanto, fuimos pintando, taladrando y armando muebles de IKEA. Y aunque aún quedan cosas por hacer, el piso ya tiene otra pinta.
Han sido unos días bastante extraños.
Deshacernos de ciertos vestigios de nuestra vida de estudiantes (tres, sí, tres sofá camas heredados; una mesa que habíamos recogido en Gracia por allá en el 2001...) y comprar por primera vez ciertos muebles (un comedor, un zapatero...) han hecho que nos sintamos «adultos» de una manera diferente, más prosaica, de lo que ya nos habían hecho sentir adultos la hipoteca a treinta años y la llegada de Camila.
Tal vez todo esto sea parte del efecto nido, aunque con algo de retraso.
Sin duda se trata de una nueva etapa en nuestras vidas. Ahora bien, lo de adultos es un decir. El cambio más importante de todos es que el trabajo ya no ocupa el espacio principal de esta casa (lo hemos arrinconado, literalmente), espacio que ahora ocupan los juguetes de los tres.
domingo, 17 de febrero de 2008
Cambios
Etiquetas: actualidad y noticias, ocurrencias y lugares comunes
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