Después de cuatro días de puente hoy Camila volvía al colegio. Iba animada, tranquila, pero al llegar a la puerta se puso a llorar y no quería soltarse de mamá. Desde la semana pasada hay que dejar a los pequeños en la puerta del edificio y ellos se van solitos a sus salones. Camila lo había hecho sin problema, pero esta mañana no quiso. "Solita no", decía, y al final la mamá tuvo que entregársela a una de las profesoras, que se la llevó en brazos llorando. Seguro se le habrá pasado al rato, y ahora debe estar jugando feliz, pero inevitablemente empezamos el día con el corazón encogido.
miércoles, 13 de octubre de 2010
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